«Cuando un hombre no sabe hacia dónde navega, ningún viento le es favorable» – Séneca
¿Cuántas veces has hecho una lista de objetivos de Año Nuevo? ¿Llegaste a cumplir alguno?
Una de las principales causas de infelicidad e insatisfacción con la vida es la incoherencia: puedes tener un trabajo en el que sientes comodidad, ganas dinero y creces profesionalmente, pero quizás hay una separación entre lo que eres y tu trabajo. Alinear tu trabajo con tus pasiones es la solución, pero no es tan fácil.
Hoy vamos a analizar la psicología detrás de los objetivos de Año Nuevo, la razón por la cual no se cumplen y consejos para marcarse objetivos alineados con nuestro propósito.
La falacia de los objetivos de Año Nuevo
Es un clásico llegar a los últimos días de diciembre y escuchar a la gente hablar de nuevos hábitos que van a empezar a implementar el año que viene, porque si en el año pasado no han estado viviendo su vida real, en el siguiente van a ser su mejor yo…
A pesar de que la mayoría de estos objetivos de Año Nuevo nunca se cumplen, esto no detiene a la gente de seguir fantaseando con ser una versión reinventada de sí mismos. En concreto, en este estudio se mostró que el 88 % de las personas fracasan en sus objetivos de Año Nuevo: ya sean metas sobre la salud (estudio), ser mejores ciudadanos (estudio), etc.

Cuando los seres humanos pensamos en nuestro «yo futuro», parece que activamos las mismas zonas del cerebro que cuando pensamos en otras personas. Así que, de alguna manera, vemos nuestro «yo futuro» como alguien totalmente diferente (estudio). Si hoy tienes la fuerza de voluntad para hacer frente a ciertos obstáculos, asumirás que esa versión futura no tendrá que hacer frente a las mismas dificultades.
A esto le llamamos el sesgo cognitivo de la superioridad ilusoria, más conocido como el efecto Dunning-Kruger.
En realidad, tendemos a pensar que podemos tener éxito a pesar de haber fracasado antes y no haber aprendido nada del fracaso, porque estamos preparados para atribuir ese fracaso a todo tipo de causas externas. Somos lo menos lógico y racional que existe.
Si a largo plazo todos nuestros objetivos parecen imposibles, con el tiempo nos generará una mayor disonancia cognitiva entre quienes somos y qué hacemos.
Si pensáramos de forma lógica nos daríamos cuenta que la tasa de fracaso de nuestras metas es lo suficientemente alta como para ser conscientes que el problema no es tanto de nosotros como de la forma en la que lo planteamos. Y para ello necesitamos herramientas.
1. Empieza por construir un propósito
Puede parecer que hablar del propósito es algo de los libros de autoayuda, pero tener un propósito es más importante que nunca, sobre todo en un mundo que necesita autenticidad.
Ya no podemos depender de una corporación ni del Estado para protegernos. Sin un propósito claro, irás a la deriva, seguirás los convenios sociales y, finalmente, sentirás un vacío interno.
Y —cómo no— todo vacío busca llenarse; en ausencia de un sentido claro, acudirás a actividades que te mantienen constantemente ocupado y en movimiento, cada vez más rápido, sin una dirección predefinida.
La vida de la mayoría de personas no se guía por la elección, sino por la inercia. Lo que percibimos como pereza es con frecuencia falta de claridad. Si no sabes quién eres ni a dónde vas, es fácil dejarse arrastrar.
Tu propósito es algo más relacionado con una nueva identidad que con tus deseos. Muchas de las cosas que envidiamos no las deseamos en realidad y simplemente las buscamos para elevar nuestro estatus social. Ser un alto ejecutivo suena atractivo, pero muchos odian su trabajo y su vida.
«Recuerda: nunca lograrás las recompensas que otros han tenido sin realizar los mismos esfuerzos. No es razonable pensar que podemos obtener algo sin pagar su justo precio. Los que han logrado algo no tienen ventaja sobre ti, porque ellos tuvieron que pagar un precio. Siempre es nuestra elección si deseamos pagar el precio por alguna recompensa»
Epicteto
Cuanto más tiempo te encuentras en tu zona de confort, más se ralentiza tu desarrollo personal, hasta llegar al punto de detenerse por completo. Uno de los primeros pasos que debes dar para construir tu propio camino es, precisamente, ir deshaciéndote de los miedos y prejuicios que te paralizan y te impiden perseguir tus metas para empezar un viaje.
Pero un viaje… ¿a dónde?
2. Recupera tu singularidad para conocerte mejor
El crecimiento humano es una colaboración multigeneracional.
Durante la crianza de los niños, los padres instalan elementos de su psique en ellos. Cuando uno de esos elementos se daña, dicho daño se suele transmitir, de modo que el crecimiento personal no es algo egoísta, sino que repara la «psique familiar», mejorando la vida de todas las generaciones posteriores.
Es fácil resentirse por los defectos de nuestros padres, pero es bueno considerar su propio punto de partida. Si te dieron una psique más saludable que la que le dieron sus padres, hicieron su trabajo; y ahora tu trabajo es darle una psique aún más saludable a tus hijos. Es tu responsabilidad hacerlo.
Además, nuestra evolución como especie ha dependido de la actividad colectiva de personas que aportan su talento individual. Sin esa diversidad, una cultura muere. Por tanto, es egoísta no empezar este viaje para encontrar tu talento.
3. Adopta un locus de control interno
«En la vida, nuestro primer trabajo es dividir y distinguir las cosas en dos categorías: las circunstancias externas que no puedo controlar y las decisiones que tomo con respecto a ellas y que tengo bajo mi control»
Séneca
En psicología se utiliza el término locus de control para explicar cómo las personas interpretan lo que les ocurre en la vida.
- Los que tienen locus de control externo perciben sus resultados como el fruto de las circunstancias sobre las que no tienen poder: decisiones de otros, situaciones familiares, el azar… Estas personas son fáciles de identificar: se quejan por todo y culpan a los demás (su familia, los políticos, el modelo económico, etc.); todo debe cambiar, menos ellas. Es una mentalidad de víctima.
- Las personas con locus de control más interno interpretan su situación como el resultado de sus propias acciones y decisiones, valoran el esfuerzo, la habilidad y la responsabilidad personal.
Los que creen que el azar es la causa principal de la enfermedad (locus de control externo) tienen peores hábitos (estudio). ¿Para qué esforzarse si estamos a merced del destino?
Intenta siempre adoptar un locus de control interno, ignorando todo lo que está fuera de tu control pero haciéndote 100 % responsable de aquello que puedes cambiar. Tus decisiones tienen más importancia que tus circunstancias.
4. Clarifica tus objetivos
La mayoría vive gran parte de su vida actuando de manera impulsiva, imitando a los demás y tomando decisiones basadas en su estado emocional, en lo que les apetece en cada momento.
Por el contrario, tener objetivos claros te permitirá usar tu propósito como guía en lugar de tus apetencias: tomarás decisiones en base a tu objetivo a largo plazo, independientemente de tu estado mental inmediato.
El siguiente paso es escribir tus objetivos. Como decía Stephen King: «Escribo para saber lo que pienso». Como mencioné en este artículo, el hecho de poner en papel nuestros objetivos los clarifica y los hace más reales, aumentando nuestro compromiso. En este estudio, aquellos que escribían sus objetivos los alcanzaban en mayor medida que quienes simplemente los mantenían en la cabeza.
Para clarificar tus objetivos te recomiendo utilizar la metodología SMART. Cada una de las siglas representa una característica que debe cumplir tu objetivo:
- S (Specific): debe ser lo más específico posible. Por ejemplo: «voy a leer 4 libros al mes» o «voy a meditar cada día de la semana».
- M (Measurable): debe ser medible y establecerse con métricas que permitan analizar cómo de cerca estamos en cada momento.
- A (Attainable): debe ser alcanzable a la vez que ambicioso; es decir, plantéate metas realistas considerando tu tiempo y recursos.
- R (Relevant): debe tener su porqué y estar alineado con las grandes metas que persigues.
- T (Timely): debe definirse también en el tiempo. Por ejemplo: «Conseguir leer 4 libros al mes leyendo como mínimo 1 hora al día» o «Meditar a diario aumentando 1 minuto el tiempo de meditación cada día».
5. No dejes de experimentar
«La vida en sí es un experimento, y cuantos más experimentos hagas en tu vida, mejor»
Ralph Waldo Emerson
Obviamente todos estamos sujetos a las mismas leyes físicas y biológicas, pero cada uno de nosotros tenemos particularidades que nos hacen realmente únicos.
Todos nos pasamos los primeros años de nuestras vidas experimentando: no lo llamábamos así, ni teníamos un proceso muy riguroso, pero eso era lo que hacíamos; y gracias a ello aprendimos a caminar, a andar en bici, a saber qué alimentos nos gustaban y cuáles no, qué excusas funcionaban bien con nuestros padres y cuáles no colaban…
En algún momento, sin embargo —coincidiendo generalmente con la escolarización—, dejamos de experimentar y empezamos a tomar como válido lo que los profesores (las autoridades) nos enseñaban.
Los comportamientos de obediencia y sumisión se recompensan (regurgitas lo que aparece en los libros de texto y obtienes buenas notas y reconocimiento), mientras que los comportamientos que desafían la autoridad se penalizan (cuestionas lo que te enseñan o coloreas fuera de las líneas y recibes una reprimenda).
En consecuencia, cuando ya somos mayores, nuestra capacidad para cuestionar y testear la validez de las premisas sobre las que basamos nuestras decisiones es prácticamente inexistente. Nos creemos aquello que aparece en los medios de comunicación y punto.
Aquí te dejo algunas recomendaciones para desarrollar tus propios experimentos:
- Selecciona cosas sencillas que puedas medir fácilmente. Desarrolla una métrica por ejemplo de 1 a 5 para poder registrar la información de una manera consistente y medible.
- Toma mediciones durante varias semanas. Una medición de 2 o 3 días no es concluyente.
- Prueba cosas nuevas, mide tu progreso y tus sensaciones.
Algunos experimentos:
- ¿Tienes algún problema de salud que quieres mejorar?
- ¿Quieres aprender más sobre algún tema en concreto?
- ¿Cuántas habilidades nuevas estás aprendiendo?
- ¿Has probado a establecer espacios de tiempo para meditar, no hacer nada o dejar volar tu creatividad?
Reflexión final
«El mundo necesita personas que amen lo que hacen»
Martin Luther King
El viaje no empieza con el primer paso, sino con la idea de hacer el viaje.
Márcate un objetivo claro y progresa poco a poco. Para muchos, la mente es su peor enemiga, pero puedes transformarla en tu mejor aliada.
¡Feliz Año Nuevo!
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