La inteligencia de los primeros seres vivos, como las bacterias, fue la capacidad de orientarse donde había una mayor concentración de nutrientes. Más tarde, las plantas se orientarían hacia donde hay más agua o más sol y, por último, algunos animales tendrían la capacidad de orientarse hacia otros individuos del grupo o a crear relaciones de significado más abstractas.

Sin embargo, los seres humanos añadimos un nivel por encima con la aparición de la conciencia, nuestra capacidad de reconocer un problema, definirlo, estructurarlo, crear una estrategia y dirigir nuestros recursos atencionales, monitorizarse y comprender el feedback que nos llega. A esto le llamamos metacognición.

Si queremos convertirnos en pensadores críticos y en aprendices toda la vida, necesitamos desarrollar nuestras habilidades metacognitivas para nuestra autonomía y resiliencia. La metacognición es vital para navegar por las complejidades de este mundo cambiante que demanda cada vez más nuestro talento. De eso trata el artículo de hoy.

Los ingredientes que definen la metacognición

La metacognición es la autopercepción, la capacidad de desengancharse de la experiencia perceptual y afectiva para automonitorizarse y verse a uno mismo como un espectador de la situación en lugar de un actor inmediato.

También es la capacidad de reflexionar sobre nuestros pensamientos y estados afectivos, autoregulando la conducta y dirigiéndose de forma abstracta mediante procesos ejecutivos. Las personas que se monitorizan mucho tienen alta metacognición y las personas que se monitorizan poco tienen baja metacognición.

Esta capacidad está formada por 3 ingredientes: lo que sabes sobre ti y los demás (conocimiento), las estrategias que utilizas para autoregularte (regulación) y los pensamientos y sentimientos de los que eres consciente (experiencia).

La metacognición está formada por 3 ingredientes: lo que conoces sobre ti y los demás (conocimiento), las estrategias que utilizas para autoregularte (regulación), y los pensamientos y sentimientos de los que eres consciente (experiencia).

Estos tres ingredientes actúan como un bucle a la hora de desarrollar nuestra capacidad metacognitiva. Por ejemplo, responde a estas preguntas:

  • ¿Hay alguna cosa que hayas aprendido desde el inicio de este año?
  • ¿Hay algo que quieras aprender antes de terminar el año?
  • ¿Hay algo que ya estés aprendiendo ahora?

Si respondes a estas preguntas, estás desarrollando tu propia habilidad de automonitorización, que tiene un impacto en muchas áreas de tu vida, especialmente en el aprendizaje, uno de los contextos donde la metacognición es más importante.

Usar la metacognición como habilidad para el aprendizaje

El aprendizaje es mucho más eficaz cuando caemos en la cuenta de cómo aprendemos, qué estrategias nos funcionan mejor, en qué cosas deberíamos centrarnos, cuándo inhibir nuestras respuestas impulsivas a distraernos o cuál es la finalidad de nuestro aprendizaje (estudio).

Las inercias de un aprendizaje memorístico pasan por alto esta toma de conciencia de nuestro pensamiento.

Siempre es mejor ser conscientes de qué aprendemos y cómo lo hacemos.

Entrenar la metacognición impacta el cociente intelectual, la plasticidad neuronal en zonas ejecutivas (que se traduce en mayor flexibilidad) y mayor rendimiento académico (estudio, estudio, estudio).

Esta imagen es una representación del cerebro humano reconstruida a partir de resonancias magnéticas y vista de frente. Las zonas del córtex prefrontal en las que un mayor volumen de materia gris se correlaciona con una mayor capacidad metacognitiva se muestran en rojo.
Esta imagen es una representación del cerebro humano reconstruida a partir de resonancias magnéticas y vista de frente. Las zonas del córtex prefrontal en las que hay mayor volumen de materia gris, que se correlaciona con una mayor capacidad metacognitiva, se muestran en rojo (estudio).

Nuestro cerebro responde a los retos y desafíos, e incluso el desafío de conocernos a nosotros mismos le resulta atractivo.

Desde el hombre primitivo, nuestro cerebro ha evolucionado para crear esquemas mentales que le ayudaran a adaptarse al medio, pero no necesariamente unos que atendieran a una lógica o representación fidedigna de la realidad. Por ello, es necesario automonitorizarse.

Como nuestros hábitos, los pensamientos también se refuerzan positiva o negativamente, alejándonos del malestar y aproximándonos al placer. En un mundo tan complejo, desapegarse de las dinámicas más inmediatas para analizar nuestros automatismos es un signo de inteligencia.

Cuando aumenta la metacognición, aumenta la capacidad de decisión, la flexibilidad de la conducta y, con ello, la libertad.

Hay que salir de nuestros automatismos cognitivos, porque dudar es lo que permite elegir.

Por tanto, la metacognición es mucho más valiosa que tu experiencia o inteligencia por sí solas. Sin esta capacidad de verte en tercera persona, no puedes salir del flujo automático de la experiencia perceptiva. Sin un director, eres un mero autómata impulsado por la codicia, el miedo o los hábitos.

Las personas que practican la metacognición son capaces de pensar de forma más crítica, racional y productiva y se preguntan regularmente no solo qué es lo que les funciona, sino por qué eligen unas herramientas de pensamiento específicas en lugar de otras y qué pueden hacer para mejorar.

Y todo esto empieza por aceptar que eres ignorante de tu propia ignorancia.

Superar la ignorancia con más metacognición

La ignorancia es la mayor potencia de la superioridad ilusoria y una de las manifestaciones más evidentes del sesgo Dunning-Kruger, es decir, la tendencia a sobreestimar nuestro rendimiento cuanto menos sabemos (estudio).

La ignorancia es la mayor potencia de la superioridad ilusoria. Y una de las manifestaciones más evidentes del sesgo Dunning-Kruger. Es decir, la tendencia a sobreestimar nuestro rendimiento cuanto menos sabemos.
Resultado del primer estudio sobre este sesgo que recibe el nombre de sus investigadores

Dunning y Kruger se dieron cuenta que las personas con bajo rendimiento o bajos conocimientos no solo carecen de la capacidad de medir su propio rendimiento, sino también de la capacidad de medir con precisión el rendimiento de los demás.

Ser ignorante de tu propia ignorancia no deja de ser tu cerebro creando una realidad coherente, aunque eso signifique distorsionar la verdad. Aun así, saber que existe un sesgo cognitivo no impide ser víctima de ese sesgo.

Mejorar la autoestima con metacognición

La gente quiere sentirse bien consigo misma. Desde que somos pequeños, en lugar de tener una educación realista, algunos niños reciben una lluvia de elogios, a veces indebidos, en un esfuerzo por aumentar su autoestima y confianza en sí mismos. A su vez, aprenden a darse a sí mismos comentarios positivos y a decirse que han hecho un gran trabajo. Sin embargo, las autoevaluaciones poco realistas del rendimiento no aumentan la autoestima, sino que, por el contrario, conducen a la depresión (estudio).

Como la vida está llena de problemas, todos tenemos estrategias para mantener nuestra autoestima a flote, en gran parte relacionadas con sentirnos seguros, competentes, autónomos, queridos, apreciados o deseados.

Para evitar una baja autoestima, nos autoengañamos constantemente. Si alguien sabe más que nosotros sobre un tema, lo tachamos de cualquier cosa. Este autoengaño ha evolucionado porque nos permite continuar con la vida. Si miráramos con realismo nuestro sueldo, inteligencia o belleza, quizás nos hundiríamos. Por ello, no ceder en una discusión fácilmente no sugiere en realidad que defendamos unos argumentos, sino que defendemos nuestro autoconcepto de personas inteligentes y, con ello, nuestra autoestima.

Las personas con alta capacidad de metacognición son capaces de olvidarse del ruido socioemocional y autorregularse hacia sus objetivos sin autoengaños. Vamos a ver ahora cómo desarrollar esta capacidad.

Herramientas para entrenar la metacognición

Para mejorar nuestras habilidades y aprendizajes necesitamos trabajar previamente en 3 áreas:

  • Para desarrollar nuestro conocimiento, necesitamos planificar. Antes de empezar a aprender algo nuevo, piensa en las estrategias de aprendizaje adecuadas y en la forma de distribuir tu tiempo y energía.
  • Para desarrollar tu regulación, debes ser consciente de tu progreso. En lugar de experimentar pasivamente tus pensamientos y sentimientos, cuestiónate todo.
  • Para desarrollar experiencia, debes reevaluar las estrategias que has utilizado y hacer cambios.

¿En qué se traduce todo esto? Vamos a ver herramientas concretas:

  • Dedica tiempo a la autorreflexión. Escribir un diario, además de tener muchos beneficios para salud mental y ser una palanca para los hábitos, es una herramienta increíble para tu metacognición. Asegúrate de dedicar algo de tiempo a evaluar honestamente tu progreso y tus habilidades.
  • Utiliza tu sistema de pensamiento. En lugar de saltar a las conclusiones más obvias, hazte preguntas. Distingue la señal del ruido y utiliza modelos mentales para poner a prueba tus suposiciones.
  • Toma notas. Es mucho más fácil darse cuenta de las lagunas en nuestros conocimientos cuando tenemos una forma de visualizarlos. Si adquieres el hábito de tomar notas, podrás identificar más fácilmente los patrones de pensamiento y los atajos mentales.
  • Dedica 2 minutos a cerrar los ojos y explorar las sensaciones que recibes para cambiar el foco atencional como explico en este artículo.
Bucle a la hora de desarrollar nuestra capacidad metacognitiva.

Pensar sobre tu pensamiento es un aprendizaje para el que se necesita desarrollar un hábito de desengancharse de las dinámicas perceptivas inmediatas, recoger información relevante y analizar las cosas.

  • El pensamiento racional es concreto, descompone las tareas en procesos más simples. Requiere esfuerzo, genera fatiga y conlleva un control deliberativo.
  • El pensamiento de bajo nivel es poco concreto, lanzado automáticamente por nuestro cerebro junto con las emociones, creencias y prejuicios.

Dar un paso atrás en las cosas que hacemos, sentimos y pensamos a diario nos permite ser más analíticos sobre nuestras vidas y estar más presentes. Estar atrapado en nuestros propios pensamientos y sentimientos solo sirve para distraerte de lo importante. Te dejo unas cuantas preguntas metacognitivas para aplicar en tu diario (link al PDF).


4 Comments

Teo · 12 marzo, 2021 at 10:43 pm

Increible articulo con conceptos bien explicados y ejercicios practicos a realizar.
Aunque algunas personas tengan mas metacognicion y mejor control inhibitorio por parte de la corteza pre frontal (Menos impulsivas) por distinto motivos (Geneticos y Epigeneticos) no se si has leido y hay algun estudio que relacione el componentente sociocultural o socioeconomico «pobre/problematico» y «alto/buen entorno» de algun grupo de personas con el nivel de metacognicion (Desconozco si hay algun tipo de escala validad para valorarla).
A partir de ello imagino que algunas terapias en psicologia lo que buscan tambien es mejorar esto mas aun en personas impulsivas.
Gracias Pablo.

    Pablo Castañeda · 15 marzo, 2021 at 3:00 pm

    ¡Gracias! Yo creo que cada persona es un mundo. Hay algunos con rasgos más neuróticos que no estarán acostumbrados a trabajar hacia dentro y se les puede hacer extraño. En algunos estudios se ha intentado extraer este factor común como si fuera el CI. No he buscado estudios que relacionen el gradiente socioeconómico con la metacognición, pero una persona con un cerebro alarmado y menor educación siempre puntúa más bajo en CI y me supongo que también en habilidades metacognitivas.

Pedro · 11 octubre, 2022 at 9:09 pm

Increible!

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