«La naturaleza humana es más profunda y más amplia que la invención artificial de cualquier cultura existente» – Edward O. Wilson
La línea que separa el comportamiento o cerebro humano normal de la patología es ambigua.
Para ello, los psiquiatras tienen sus manuales de diagnóstico, como el DSM-5. Sin embargo, cada vez aparecen más estudios que sugieren que muchos de los trastornos que se clasifican traen consigo fortalezas (estudio). Por ejemplo:
- Alguien con TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) tendrá problemas para gestionar el tiempo, autorregularse, dormir o trabajar en equipo; por el contrario, será más creativo, tendrá mayor razonamiento visoespacial y más pasión que los demás.
- Una persona autista tendrá la necesitad de seguir una rutina, problemas de comunicación o multitasking; pero por otro lado, será fuerte en habilidades de memoria, lectura, música o innovación.
- Alguien con dispraxia tendrá dificultades para conducir o procesar rápidamente la información pero tendrá una alta capacidad de comprensión verbal.
- Una persona diagnosticada con dislexia tendrá dificultades para organizarse, acordarse de las cosas o gestionar el estrés, aunque será fuerte emprendiendo, contando historias y buscando soluciones diferentes.
Estas fortalezas nos sugieren una explicación evolutiva (estudio).
Hoy aprenderás por qué la diversidad neurocognitiva es solo una manifestación de la evolución del cerebro humano y cuáles pueden ser tus puntos fuertes.
El legado de nuestros ancestros
Otro neuromito frecuente es que existe un «cerebro estándar» con el que deben compararse todos los demás cerebros humanos.
Simplemente cada persona piensa, aprende o experimenta el mundo de forma diferente.

Por ejemplo, los genes del autismo y el TDAH se consideran errores aunque, en realidad, son el resultado de variaciones en el genoma humano que han tenido y seguirán teniendo avances para la sociedad.
Estas variaciones neurocognitivas se remontan a más de 100 000 años de antigüedad (estudio, estudio, detalle). Fueron seleccionadas positivamente durante la evolución porque contribuyeron a habilidades excepcionales que nos hicieron prosperar, como la memoria, la creatividad, la percepción o la visión.
Por ejemplo, se calcula que más del 60 % de las personas con autismo poseen talentos especiales, como habilidades de cálculo, visoespaciales y mnésicas (estudio).
El pensamiento sistematizado característico de las personas con autismo —personas capaces de observar, medir e investigar— es lo que ha convertido a los humanos en maestros científicos y tecnológicos.
Aunque al mismo tiempo, este tipo de cerebros atraídos por los patrones y la repetición presentan dificultades en el mundo social cuando los pensamientos y sentimientos de los demás son impredecibles.
Nuestro pasado evolutivo implica la necesidad de especializaciones emergentes para garantizar nuestra adaptabilidad como especie.

Tener a una persona centrada, por ejemplo, en la comprensión de la vida animal y sus movimientos podía ser de un valor capital durante una época y unas regiones que exigían desplazarse constantemente en busca de biomas que actuaran como refugios temporales o para la búsqueda de fuentes de comida.
Como argumenta Steve Silberman en su libro Neuro Tribes:
« … en lugar de ver este regalo como un error de la naturaleza, un rompecabezas que debe resolverse y eliminarse con técnicas como pruebas prenatales y aborto selectivo, la sociedad debería considerarlo como una parte valiosa del legado genético de la humanidad mientras mejora aspectos del autismo que pueden ser profundamente incapacitantes sin las formas adecuadas de apoyo».
El Homo sapiens no habría llegado tan lejos si no hubiera sido por las personas con cerebros diferentes que conforman la humanidad.
Igual que hay diversidad de raza u orientación sexual, también existe la diversidad de cerebros.
Trastornos que no existen
Aunque el modelo psicomédico de la salud mental nos está empujando a creer que las personas con cerebros diferentes diagnosticadas con TDAH, dislexia o autismo son disfuncionales, no tenemos evidencia de que el TDAH o el autismo sean patológicos:
- No se ha demostrado que el autismo sea el resultado de un factor patológico (virus, tumor, lesión, etc.) en una generalidad de los casos. De hecho, no se conocen las causas (estudio).
- El autismo, como la personalidad, es heredable (estudio).
- Un gran número de personas diagnosticadas como autistas rechazan la posibilidad de una cura (estudio).
- Existe evidencia de que muchas personas autistas tienen ciertas capacidades cognitivas en mayor grado que la población general (estudio).
Para la psiquiatría, una persona está «discapacitada» cuando hay síntomas de sufrimiento o adaptación social como la tristeza, problemas de memoria, problemas de trabajo… Pero son síntomas y descripciones subjetivas y variables en cada persona (detalle, detalle).
Es muy diferente del diagnóstico de enfermedades infecciosas o lesiones que reflejan causas físicas concretas separadas de otras patologías, como por ejemplo el COVID o el cáncer.
Los diagnósticos psiquiátricos no equivalen a los que hace la medicina. El propio DSM te advierte en su introducción que todas las clasificaciones diagnósticas no representan realidades con causas distintas unas de otras (estudio, detalle).
«No tenemos que confundir poner un nombre rimbombante a una cosa con haber explicado esa cosa»
Richard Feynman
Lo que el modelo psicomédico llama «trastornos» son características neurocognitivas que ya se observan cuando estamos en la infancia y la adolescencia. Por ejemplo:
- Existen cerebros más desapegados (distanciados de sus emociones) y otros encarcelados en sus estados afectivos (impulsivos).
- Cerebros más autónomos y otros más socialmente orientados.
- Unos buscadores de recompensas y otros evitadores de daños.
- Cerebros más creativos y otros más convencionales (orden y estructura).
- Cerebros orientados hacia dentro (introversión y autonomía) y otros orientados hacia fuera (extrovertidos y gregarios).
- Algunos experimentan la realidad de forma fragmentada (psicosis o esquizofrenia) y otros de forma cohesiva.
En resumen, los trastornos son solo agrupaciones de síntomas, pero ninguna clasificación es una enfermedad.
Además, no hay dos personas con el mismo diagnóstico que experimenten el mundo o sus cuerpos de la misma manera: muchas personas diagnosticadas con una condición neurológica también experimentarán las llamadas condiciones comórbidas (detalle).
Es común, por ejemplo, que una persona experimente epilepsia y migraña o autismo y sinestesia (estudio).
Las personas neurodiversas son solo personas con mentes neurológicamente diferentes.

¿Qué es la neurodiversidad?
En la década de 1990, el periodista Harvey Blume y la activista Judy Singer acuñaron el término «neurodiversidad» para defender a todas aquellas personas con dislexia, trastorno por déficit de atención con hiperactividad, discalculia, espectro autista, síndrome de Tourette, alta sensibilidad, etc.
Gracias a este movimiento sabemos que la neurodiversidad puede ser tan crucial para la raza humana como lo es la biodiversidad para la vida en general (estudio).
Considerar a personas con características neurocognitivas diversas como «discapacitados» sería comparable a pensar que una persona en silla de ruedas por cualquier lesión tiene dificultades para aprender, trabajar o socializar.
¿Soy neurotípico o neurodivergente?
En el mundo hay personas con un funcionamiento cognitivo y de neurodesarrollo estándar que se denominan «neurotípicos» y, por otro lado, llamamos «neurodivergentes» a aquellas personas cuyas funciones cerebrales difieren de lo que se considera estándar.

En un test de inteligencias, un neurotípico es alguien cuyas puntuaciones cognitivas se encuentran dentro de una o dos desviaciones estándar entre sí, formando un perfil plano. También son personas caracterizadas por:
- No tener problemas para interactuar con sus compañeros o tener una conversación.
- Sin retrasos notables en el habla cuando eran niños.
- Sin problemas sensoriales, como no poder tolerar multitudes, ruidos fuertes o tener demasiado calor o demasiado frío.
- Con capacidad de adaptarse al cambio.
Sin embargo, las personas neurodivergentes varían más y son difíciles de caracterizar.
El reto de la humanidad consiste en descubrir sus puntos fuertes y utilizar su talento para aumentar la innovación y la productividad de la sociedad.
La historia nos dice que la evolución de la cultura, el arte, la ciencia y la política depende de una diversidad de mentes y personas. La tuya incluida.
Analiza tu cerebro
Cada uno tiene una forma diferente de orientar su conducta según la biología de su sistema nervioso.
Aunque tiene muchos matices, te pongo varios ejemplos:
- Si eres una persona más responsable, tenderás a recompensar el orden, alcanzar competencias y metas. Tu cerebro tendrá una buena capacidad para inhibir impulsos.
- Si eres una persona más amable, te orientarás socialmente hacia la reciprocidad, afectividad, etc. Tu cerebro amplificará más las emociones sociales.
- Si eres una persona abierta a experiencias, necesitarás explorar ideas, aprender constantemente, etc. Tu cerebro estará dirigido por tus lóbulos frontales.
- Si eres extrovertido, te orientará hacia la recompensa social, actividades, diversión, etc. Tu cerebro será más sensible a la recompensa.
- Si puntúas alto en neuroticismo, orientarás tu vida a evitar la ansiedad, serás defensivo, etc. Tu cerebro reaccionará a un mayor número de estresores y con más intensidad.
Y por las mismas razones:
- La persona responsable sufrirá ansiedad con la falta de orden y metas.
- La persona amable sentirá ansiedad ante el conflicto.
- Una persona muy abierta a experiencias sentirá ansiedad ante lo repetitivo.
- Un extravertido sentirá ansiedad si no tiene suficiente actividad social.
- Y un neurótico sentirá ansiedad ante todo lo que escape de su control.
Vivimos en una sociedad que lo etiqueta todo y en la que el bienestar mental pretende adquirirse sin esfuerzo y recurriendo a los psicofármacos, pero el bienestar personal es la consecuencia de entender las necesidades de tu cerebro.
Y ahora pregúntate: ¿cuál es mi personalidad?, ¿cuáles son mis valores? ¿dónde y cómo experimento las emociones?, ¿qué cosas me recompensan? ¿qué cosas me causan ansiedad?
El ambiente influye en nosotros, pero nuestro cerebro también selecciona dichos ambientes.
Analiza tu carácter y tus hábitos. Dirige tu conducta y entorno hacia donde puedas potenciarlo al máximo. En próximos artículos te enseñaré cómo hacerlo 🙂
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